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Mostrando entradas de 2020

El Velorio

 Había regresado temprano al inicio de la noche a mi casa, sábado de invierno donde el frio miraflorino era para mí un motivo para el romanticismo. Tenía que matar el tiempo y pensaba en jugar damas con mi hermano que especialmente siempre estaba dispuesto a hacerlo los sábados en la noche. El teléfono de la casa estaba en la entrada, debajo de la escalera que lleva al segundo piso, era un sitio oscuro, algo cómodo, testigo de las conversaciones adolescentes donde se mezclan las palabritas picaras, de amarguras y de mil historias. Llaman y contesto, …hola, una voz entre triste y madura, buenas noches, con Roberto por favor…si, soy yo…hola, soy la tía de Sofia… sentí una sensación algo extraña, pensé que podría ser la invitación a una fiesta pero la voz no confirmaba esa posibilidad, no conocía ninguna Sofía pero por algún motivo pensé que era compañera de colegio de mi enamorada…mira Roberto, te llamo porque Sofía esta muy triste, ha fallecido su mama y quería pedirte que vengas a ...

Caballo al potrero

Era una piedra saliente en la esquina del corral, en una pared de quincha, justo a mi altura, mejor que una escalera, la que descubrió Mañuco. “Ven Teguayo, subete, agarrate…agarrate bien..José “, el caballo ya quería salir y di el salto, siempre era así, el caballo ya sabía, me acomodé pegándome a José y agarrándome de la camisa de franela de colores de Manuel, no le conocía otra pero me parecía siempre limpia, le quedaba bien. Eran las últimas horas del día, atentos, con José en algún lugar y Mañuco siempre cerca, habíamos esperado toda la tarde la llegada de mi abuelo, como siempre. Entraba por el portón trasero como un jefe de ejercito después de una victoriosa batalla, imponente general y sabio en la guerra. Llegó en el caballo más bonito y grande que tenía, blanco chispeado de plomo, el mejor, alto, fuerte, garboso, Kruchev lo llamaban. Bajaba del caballo vestido de saco, con el poncho tirado al cuello, alforjas, sombrero marrón, botas. Levantando las piernas para bajar...

Día en blanco

Era un día más. Siempre comenzaba como todos los días y terminaba igual. Cuantas veces se hizo hoy la misma pregunta que repetía todos los días y se quedaba un poco en blanco. Pero así mismo sentía que pasaría algo nuevo. La gente pensaba que el Profesor Marcial de la Puente y Benavides no era una persona sufrida. No se le veía con carga en los hombros, como los apresumbrados, no parecía ser un hombre camino al eterno infierno, siguiendo la fila de los encadenados descalzos, sucios y rasgados. Parecía por ratos un hombre normal, talvez un servidor público de alguna institución de poca importancia. Algunos confundían su figura, zapatos negros largos y sucios, pantalones negros de tela, algo anchos y más largo de lo normal, parecían prestados de alguien, una correa negra usada que le apretaba hasta arriba de la cintura, siempre con saco que parecía ser marrón claro, terminaba debajo de los brazos, de hecho era heredado, camisa blanca usada pero de lejos parecía lavada, corbata ...